La violencia sigue cobrando vidas en Honduras, y lo hace con especial crudeza entre los más jóvenes.

Según datos recientes del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), el 45 % de las víctimas de muertes violentas en el país son personas menores de 29 años.
Esta alarmante cifra revela una realidad que golpea el futuro de la nación: niños, adolescentes y jóvenes están siendo los más afectados por el crimen y la inseguridad.
La directora del Observatorio, Migdonia Ayestas, reiteró que Honduras continúa siendo el país más violento de Centroamérica, con un promedio de seis homicidios diarios.
Aunque la tasa de homicidios ha disminuido significativamente —de 86.5 por cada 100 mil habitantes en 2011 a 27 en 2024—, otros tipos de violencia persisten con fuerza, especialmente la que afecta a mujeres y menores.
En lo que va de 2025, se han registrado 162 muertes violentas de mujeres. Ayestas lamentó que muchos de estos crímenes ocurren en espacios que deberían ser seguros, como el hogar o el entorno comunitario.
Esta violencia estructural refleja no solo la impunidad, sino también la normalización del maltrato en ámbitos íntimos y familiares.
Expertos señalan que la pobreza, el desempleo, la falta de oportunidades educativas y el reclutamiento forzado por estructuras criminales son factores clave que exponen a los jóvenes a situaciones de riesgo.
Muchos de ellos, al no migrar, quedan atrapados en entornos dominados por pandillas y redes delictivas que operan con altos niveles de impunidad.
Ayestas hizo un llamado a las autoridades para que se implementen políticas públicas integrales que no solo combatan la violencia con fuerza policial, sino que atiendan sus causas profundas.
“Nuestros jóvenes no deberían tener que elegir entre migrar o morir”, expresó
La violencia en Honduras no es solo una estadística: es una tragedia diaria que desgarra familias, comunidades y sueños. La juventud, que debería ser esperanza, está siendo víctima. Y eso, como sociedad, no podemos permitirlo.