Un estudio realizado por el Consejo Nacional Electoral confirmó que alrededor de tres mil centros escolares que se habilitarán como sitios de votación el 30 de noviembre, carecen de energía eléctrica y tienen dificultades en la conectividad a Internet, además de estar en pésimo estado su infraestructura.

Esta investigación pone en evidencia una doble negligencia institucional: por un lado, el abandono sistemático de la educación pública, y por otro, la improvisación en la organización de un proceso electoral que exige garantías mínimas de transparencia y eficiencia.
¿Cómo se espera transmitir actas de votación en tiempo real desde lugares donde ni siquiera hay luz? ¿Qué confianza puede tener la ciudadanía en un sistema que se apoya en estructuras deterioradas y desconectadas?
Según datos de la Asociación para una Sociedad más Justa (ASJ), al menos 2,200 centros de votación no cuentan con electricidad ni acceso a Internet. En elecciones anteriores, hubo casos en los que se votó con la luz de celulares.
Esta situación no solo afecta la logística electoral, sino que también abre la puerta a la especulación, el retraso en resultados y la desconfianza ciudadana.
Utilizar escuelas en ruinas como centros de votación es un reflejo del trato que reciben tanto la educación como la democracia en Honduras. En lugar de ser espacios dignos que promuevan el civismo, se convierten en escenarios de precariedad que refuerzan el desencanto social.
Aunque se ha hablado de instalar tecnología satelital como Starlink para garantizar conectividad, la pregunta persiste: ¿por qué no se invierte primero en mejorar las condiciones básicas de estos centros? La democracia no solo se construye con votos, sino también con dignidad.
Esta situación exige una reflexión profunda y acciones urgentes. No se puede hablar de elecciones libres y transparentes cuando los escenarios donde se ejerce el sufragio son testigos del abandono estatal.