En medio de las múltiples emergencias provocadas por las lluvias en Tegucigalpa, una tragedia sacudió a la colonia Nueva Suyapa: dos hermanos, Ricardo (4 años) y Ronald Lagos López (7 años), murieron calcinados tras quedar atrapados en su vivienda durante un incendio estructural.

El dolor de esta pérdida no solo enluta a una familia, sino que expone la cruda realidad de miles de hogares vulnerables, ignorados por las políticas públicas y relegados por una gestión municipal que sigue fallando en lo esencial.
La casa donde ocurrió el siniestro era una estructura de madera y láminas de zinc, sin condiciones mínimas de seguridad eléctrica.
Según reportes, el incendio habría sido provocado por un cortocircuito tras una serie de apagones en la zona.
Vecinos intentaron rescatar a los niños, pero el fuego se propagó con rapidez. La llegada de los bomberos se vio obstaculizada por el difícil acceso a la colonia. ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI, barrios enteros sigan sin rutas adecuadas para atención de emergencias? La tragedia no fue solo producto del fuego, sino de una cadena de negligencias estructurales.
Las autoridades se limitaron a emitir un llamado genérico a extremar precauciones. Pero la prevención no puede ser responsabilidad exclusiva de las familias cuando el Estado no garantiza condiciones dignas de vivienda, energía segura ni acceso a servicios básicos.
Las cifras son alarmantes: más de 590 incendios estructurales se han registrado en lo que va del año, y más de la mitad afectan directamente a hogares.
La muerte de Ricardo y Ronald no debe quedar como una estadística más. Es un grito desesperado de una comunidad que vive entre el abandono y el riesgo. Tegucigalpa necesita más que condolencias: necesita inversión, planificación y voluntad política para proteger a sus ciudadanos más vulnerables.