Un informe de la Asociación para una Sociedad más Justa (ASJ) reveló que el actual Congreso en lo que va del año ha gastado más de 1300 millones de lempiras en “salarios, viáticos, subsidios y otros” pese a permanecer improductivo la mayor parte del año, lo que lo convierte en el peor y más cuestionado Congreso Nacional de la historia.
En un país donde la pobreza y la desigualdad siguen marcando la vida de millones, el Congreso Nacional ha consumido más de 1,300 millones de lempiras.
La ASJ califica al actual Congreso como “el peor y más improductivo de la historia”, una afirmación que resuena con fuerza en medio de la indignación ciudadana. ¿Cómo justificar semejante desembolso cuando apenas se han sesionado 43 días? ¿Dónde están las leyes que respondan a las urgencias sociales, económicas y ambientales del país?
Gasto sin resultados
El Congreso ha funcionado como una maquinaria costosa y poco eficiente. Mientras se destinan cientos de millones a sueldos y beneficios, los resultados legislativos son escasos. La falta de transparencia en contrataciones, la opacidad en el uso de fondos y la ausencia de rendición de cuentas han convertido al Legislativo en un símbolo de privilegio desconectado de la realidad nacional.
ASJ denuncia que el Congreso no ha publicado su Plan Anual de Compras y Contrataciones (PACC) de 2022, y que los planes de 2023 y 2024 incumplen la Ley de Transparencia.
La ciudadanía, por su parte, observa cómo se repiten las mismas prácticas de siempre: sesiones vacías, disputas internas, y una agenda legislativa que parece diseñada para eludir responsabilidades.
Crisis de legitimidad
La crítica va más allá del gasto. El Congreso enfrenta una crisis de legitimidad, alimentada por decisiones polémicas como la extensión del periodo legislativo y la instalación de una Comisión Permanente sin consenso. En lugar de ser un espacio de diálogo y construcción democrática, el hemiciclo se ha convertido en un campo de batalla político donde la institucionalidad se debilita cada día más.
El informe de ASJ no solo revela cifras alarmantes, sino que desnuda una realidad que muchos hondureños ya intuían: el Congreso Nacional se ha convertido en una carga para el país.
En tiempos de austeridad y demandas sociales urgentes, el despilfarro legislativo es una afrenta directa a la ciudadanía.


