La directiva del Fútbol Club Motagua anunció este lunes 11 de agosto la destitución del técnico argentino Diego Vásquez, tras un arranque desastroso en el torneo Apertura 2025-2026 de la Liga Nacional de Honduras.

El equipo capitalino, uno de los más laureados del país, se encuentra en la décima posición con cero puntos luego de tres jornadas, lo que precipitó la decisión de separar al estratega.
Vásquez, considerado el técnico más exitoso en la historia del “Ciclón Azul”, deja un legado de múltiples títulos, incluyendo el campeonato de diciembre de 2024. Su liderazgo y carácter marcaron una era dorada para el club, pero su segundo ciclo al frente del equipo no logró replicar los éxitos del pasado.
La crítica no se dirige únicamente al bajo rendimiento deportivo, sino a la forma en que la directiva ha manejado la crisis. La destitución, aunque esperada por muchos aficionados, evidencia una falta de planificación y visión institucional. ¿Cómo es posible que un club con la infraestructura y tradición de Motagua no haya previsto un plan de contingencia ante un mal inicio de temporada?
Además, el despido de Vásquez se da en un contexto contradictorio: mientras el equipo naufraga en la Liga Nacional, lidera su grupo en la Copa Centroamericana de Concacaf con seis puntos, empatado con el Saprissa.
Esta dualidad plantea preguntas sobre si el problema es realmente técnico o si hay fallas estructurales más profundas en la gestión deportiva del club.
La salida de Diego Vásquez marca el fin de una etapa, pero también deja al descubierto las debilidades de una directiva que parece más reactiva que estratégica. En el fútbol moderno, los resultados importan, pero la coherencia institucional y el respeto por los procesos son igual de fundamentales.