Una lección básica de liderazgo militar hace referencia a que el líder no obliga, sino que persuade a sus subalternos con el ejemplo, digno por supuesto.

Siguiendo un poco más allá, una máxima que conlleva la maestría del liderazgo sería que aun sabiendo del final los subalternos seguirán a su líder hasta la muerte, sin titubear, convencidos de su noble propósito.
Las naciones dentro de sus procesos históricos transcurren con la presencia de figuras que los arrastraron al abismo o los guiaron a la cúspide, esa línea entre ambos resultados puede llegar a ser muy delgada y en tal sentido es que se debe observar cuidadosamente en cada coyuntura a aquellos que promulgan liderazgos reales o falsos para evitar caer en los fracasos históricos que condenaron a distintas naciones al ostracismo.
El liderazgo es una cualidad indubitable e inherente a los grandes hombres y mujeres que en determinados momentos asumieron la enorme responsabilidad de llevar a buen destino a sus naciones.
En tiempos como estos, en donde las narrativas creadas por ideologías o intereses superfluos pueden confundir conviene entender los riesgos de un mal liderazgo.

Entonces es importante entender claramente la diferencia entre un líder y un titiritero, el primero es aquel que deja todo interés particular y se entrega por un propósito mayor al de su propia existencia mientras que el segundo, es aquel que, moviendo los hilos, manipula para su propia y egoísta conveniencia a todos aquellos que se interponen a sus objetivos
Honduras vive ese momento, en donde los egos, intereses y las componendas confunden a los héroes con villanos y a los titiriteros con los verdaderos líderes.
A los políticos hondureños se les está olvidando que existe un ejército de ciudadanos y líderes que, sin importar un uniforme, defenderán a cualquier costo la democracia, esos serán los verdaderos líderes de los que hemos hablado y quienes no necesariamente serán los que visten el camuflado verde olivo y el azul civil.