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Las FFAA la última opción de Libre para conservar el poder

Opinión por el experto en seguridad en Honduras, Juan Carlos Degrandez. 

Honduras vive una crisis constante; sin embargo, creo que nunca antes una crisis se había visto tan acentuada como hoy. En reuniones con amigos o familiares podríamos pasar horas hablando sobre las diferentes causas del caos que vivimos; para la familia Zelaya, sin embargo, solo hay una razón: llevarnos a la ingobernabilidad para romper el orden constitucional.

El complejo panorama que representan las elecciones para el partido Libertad y Refundación los ha llevado a caer en el temor de todo político: perder el poder. Y aunque día tras día intenten usar la técnica de “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad” —con frases como “Rixi ya ganó” o “no aceptaremos un fraude”—, no podrán engañar al 87 % de la población que los quiere fuera del poder.

El reloj de arena se agota: les quedan poco más de 150 días, y cuando esa última partícula de arena caiga al depósito inferior, Libre sabrá la fecha en que deberá entregar el Estado que ha secuestrado junto con instituciones como las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.

Desde el Consejo Nacional Electoral se libra una batalla contra las conspiraciones de los títeres de Manuel Zelaya: el jefe del Estado Mayor Conjunto —Roosevelt Hernández, a quien no mencionaré con su rango porque lo ha deshonrado—el activista político y ministro de Seguridad, Gustavo Sánchez, su hombre de confianza—, y otro que solo espera su momento para hacer lo que sea necesario desde el Ministerio Público para que la “familia imperial” coloque las piezas que necesita en el poder.

Esto demuestra que Libre no puede presentarse a elecciones generales con sus cifras actuales: el repudio de la población es notorio. La mayoría de los hondureños solo esperamos el 30 de noviembre para recordarle a este grupo que nos mintió que ya no somos tontos ni cómplices, y que el “se van” pronto se convertirá en un “se fueron”.

Pero, para llegar a ese punto, necesitamos que se respete la voluntad del pueblo; eso requiere que las Fuerzas Armadas actúen conforme a la ley, cumplan su mandato constitucional y permitan a la ciudadanía vivir una nueva esperanza: la de siempre, tener un gobierno cero corrupción y en beneficio de la mayoría; uno que brinde oportunidades por igual, un sistema de salud y una educación de calidad, y nos permita emprender, trabajar e ir a nuestras actividades sin el temor a la extorsión o a los asaltos, que son nuestro pan de cada día.

La percepción de que ambas instituciones se están preparando para contener alguna crisis fabricada, se acentúa cuando observamos y sufrimos la ola de violencia actual, nuestro pueblo vive en la indefensión, mientras nuestros encargados de seguridad se dedican a la tarea de preparar una estrategia de contención para proteger al pueblo ante una eventual maniobra política radical, por parte de la familia.

A los oficiales, suboficiales, tropa y auxiliares: un uniforme no hace al soldado; son sus valores y principios, su amor por la patria y su respeto a la ley, así como el cumplimiento de su deber aun conociendo los riesgos, lo que define su honor. Hoy el verdadero riesgo es ser separados de forma arbitraria, como ya sucedió con muchos oficiales valientes que alzaron la voz contra quienes se acomodaron en el poder y vendieron su honor por una cuota de poder y unos cuantos billetes, los cuales, estoy seguro, durarán muy poco.

El adoctrinamiento ideológico ha sido un instrumento para hacer creer a nuestros soldados y policías que pertenecen a un partido del pueblo y que el empresario es el enemigo común. No ha funcionado, porque desde los lujos que ahora ostentan es imposible dar cátedra de humildad; desde sus altos salarios no pueden hablar de justicia e igualdad, ni desde sus camionetas blindadas y rodeados de seguridad pueden empatizar con las víctimas de la inseguridad.

Hagamos lo correcto, una y otra vez; no nos cansemos de ello. Lo que tenemos aquí lo vale. No repitamos el mismo error dos veces: sigamos creyendo que podemos ser mejores y apoyándonos mutuamente. Que sobresalgan la paz y el amor, pues eso vence a cualquier fuerza maligna que quiera dañarnos.

Podemos vencer la corrupción, la criminalidad y todos los fantasmas del pasado. Honduras merece nuestro sacrificio. Mujeres y hombres honestos sobran en este país, personas que se despiertan cada día a trabajar, estudiar y producir —algo que nuestros actuales gobernantes nunca han hecho.

Todo lo que vivimos hoy se veía venir desde el día en que Manuel Zelaya recuperó el poder del país gracias a un proceso democrático que ellos llamaron “dictadura”. Ahora, soldados y policías, ustedes saben lo que sigue y cuál es el plan de estas personas. Nosotros solo queremos elecciones justas y limpias. No es difícil para ustedes hacer cumplir esto, ¿cierto?

Y al candidato que reciba el respaldo del pueblo, espero que sea por su trayectoria como fuerte trabajador y persona honesta; que elija bien a su equipo y traiga desarrollo a nuestro país; que tenga una conexión real con la gente y ofrezca soluciones inmediatas sin discursos de odio ni confrontación; que no culpe al político anterior, pero tampoco le perdone sus delitos.

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