La parte cívica la pusieron los efectivos de las Fuerzas Armadas, el colorido miles de jóvenes que dieron lo mejor para celebrar el cumpleaños de la Patria, la nota negra la puso el gobierno que con discurso fuera de lugar que intentó opacar la festividad.

El 204 aniversario de independencia de Honduras se celebró con una mezcla vibrante de civismo, juventud y cultura, pero también con una dosis de tensión política que no pasó desapercibida.
Como cada 15 de septiembre, las calles se llenaron de música, color y fervor patrio, en una jornada que debería unirnos como nación. Sin embargo, este año, el espíritu de unidad fue parcialmente empañado por un discurso oficial que muchos consideraron fuera de lugar.
Desde temprano, los efectivos de las Fuerzas Armadas marcaron el inicio de los actos con los tradicionales cañonazos en el Estadio Nacional. Su presencia, junto a academias policiales, bomberos y socorristas, aportó solemnidad y respeto a la conmemoración de nuestra independencia.
El desfile fue encabezado por los cadetes, símbolo de disciplina y compromiso con la patria, y seguido por veteranos de guerra que rindieron homenaje a los valores que nos dieron libertad.

El colorido que enaltece la identidad
Miles de jóvenes de 78 institutos educativos desfilaron con entusiasmo, creatividad y orgullo. Las palillonas, bandas de guerra, danzas folklóricas, pomponeras e indias bonitas robaron aplausos y miradas, mostrando que la juventud hondureña está dispuesta a dar lo mejor de sí para honrar a su país.
Cada coreografía, cada traje típico, cada paso sincronizado fue una expresión de amor por Honduras. El desfile fue también una vitrina de nuestra diversidad cultural, desde los ritmos garífunas hasta los homenajes a figuras históricas como Lucila Gamero de Medina.

La nota discordante: política en medio de la fiesta
El discurso oficial del gobierno, pronunciado en el estrado principal, fue percibido por muchos como un intento de capitalizar políticamente la festividad. La ausencia de la presidenta en el acto del grito de independencia y su llegada directa al estadio fue interpretada como una señal de desapego a las tradiciones cívicas.
Además, el llamado previo del expresidente Manuel Zelaya para que simpatizantes acudieran al recinto deportivo generó divisiones en lo que debería ser una jornada de unidad nacional.
La independencia no es propiedad de ningún partido, gobierno o ideología. Es un legado común que nos pertenece a todos.
Los jóvenes, los maestros, los soldados, los artistas, todos demostraron que el amor por Honduras está vivo y que el civismo puede más que la retórica.
Este cumpleaños de la patria nos deja una lección: cuando la política intenta opacar la celebración, el pueblo responde con color, música y dignidad. Porque Honduras no se celebra desde un estrado, se celebra desde el corazón de su gente.