Honduras entra este 25 de noviembre en el tradicional “silencio electoral”, un período que, en teoría, busca garantizar que los ciudadanos reflexionen sin presiones proselitistas antes de acudir a las urnas.
La norma, consagrada en la Ley Electoral, prohíbe propaganda en medios tradicionales y establece sanciones severas para quienes la incumplan. Sin embargo, en la práctica, este silencio se ha convertido en una ficción.
En plena era digital, donde más del 60 % de la población tiene acceso a internet y las redes sociales son el principal canal de información política, la normativa vigente resulta obsoleta. Facebook, X, TikTok e Instagram continúan inundándose de mensajes partidarios, transmisiones en vivo y publicidad pagada, sin que exista regulación alguna.
El resultado es un vacío legal que erosiona la equidad de la contienda y pone en evidencia la incapacidad del Congreso Nacional para legislar sobre lo que todos los hondureños ven en sus celulares.
El silencio electoral, concebido como un espacio de calma y reflexión, se enfrenta a su mayor desafío: la propaganda digital que opera sin límites. Mientras organismos internacionales insisten en la necesidad de elecciones limpias y transparentes, la institucionalidad hondureña muestra grietas profundas.
La confianza ciudadana, ya frágil, se ve aún más debilitada cuando las reglas del juego no se aplican de manera uniforme.
La responsabilidad recae en el Consejo Nacional Electoral y en el Congreso, que han sido incapaces de adaptar la normativa a la realidad tecnológica del país. El silencio electoral no puede seguir siendo un ritual simbólico, mientras en las redes sociales se libra la verdadera batalla por la opinión pública.
Hoy más que nunca, Honduras necesita un marco legal que reconozca la influencia de las plataformas digitales y que garantice condiciones de equidad para todos los candidatos. De lo contrario, el silencio electoral seguirá siendo un espejismo, incapaz de cumplir su propósito democrático y dejando al electorado expuesto a la manipulación en un terreno sin reglas.


