A pesar del llamado explícito de la Conferencia Episcopal de Honduras y la Confraternidad Evangélica para que los políticos se abstuvieran de participar en la caminata nacional de oración convocada para el próximo 16 de agosto, varios funcionarios del gobierno y miembros del Partido Libertad y Refundación (Libre) han confirmado públicamente su intención de asistir al evento religioso.

La caminata, bajo el lema “Caminamos con fe y esperanza”, fue anunciada como un acto espiritual y ciudadano, sin espacio para símbolos partidarios ni presencia de candidatos o funcionarios públicos, con el fin de preservar su carácter neutral y apolítico.
Sin embargo, ministros del oficialismo como el vicecanciller Gerardo Torres, el director de Aduanas Fausto Cálix, y el dirigente Miguel Briceño, han manifestado abiertamente que se sumarán a la movilización, incluso portando camisas y banderas del partido Libre.
“Ahí estaré como siempre en las calles, como parte del pueblo en Resistencia”, escribió Torres en redes sociales, vinculando la caminata con la narrativa histórica del partido.
Por su parte, Briceño fue más allá al afirmar que “no deberían discriminar a nadie” y publicó una fotografía con una antorcha, evocando las marchas de indignados de 2015, lo que ha sido interpretado como una apropiación simbólica del evento.
Una participación que desafía el espíritu de la convocatoria
La decisión del oficialismo ha generado críticas y preocupación entre sectores religiosos y ciudadanos, quienes consideran que la participación de figuras políticas desvirtúa el propósito original de la caminata.
Las iglesias fueron claras: “No llevaremos banderas de partidos. Solo una bandera nos representará ese día: la Bandera de Honduras”, subrayaron los organizadores.
La insistencia de Libre en participar, pese a la solicitud expresa de no hacerlo, pone en entredicho el respeto del gobierno a los espacios ciudadanos independientes.
Para analistas, esta actitud refleja una tendencia preocupante a politizar cualquier manifestación pública, incluso aquellas que buscan unir al país desde la fe y la esperanza.
“Este no es un acto de campaña ni una plataforma para discursos políticos. Es un llamado a la unidad nacional desde la espiritualidad”, reiteraron los líderes religiosos.
¿Un precedente peligroso?
La participación de funcionarios en una actividad que explícitamente pidió su ausencia podría sentar un precedente riesgoso para la convivencia democrática.
La caminata del 16 de agosto, que pretendía ser un acto de oración y esperanza, ahora se ve envuelta en una controversia que podría opacar su mensaje original y convertirla en un nuevo campo de disputa política.