El nombramiento de Mirtha Gutiérrez como nueva secretaria de Estado en el Despacho de Desarrollo Social (Sedesol) ha reactivado una de las críticas más persistentes contra el gobierno del partido Libertad y Refundación (Libre): el nepotismo.

A pesar de que el discurso oficial insiste en una refundación del Estado basada en la transparencia y la justicia social, la práctica política parece seguir patrones heredados de administraciones anteriores.
Gutiérrez, socióloga y defensora de derechos humanos, fue juramentada el 28 de junio de 2025 por la presidenta Xiomara Castro. Su perfil técnico y experiencia en políticas sociales no están en discusión, pero su vínculo familiar con la diputada oficialista Sherly Arriaga —al ser esposa de su hermano, Ricardo Arriaga— ha encendido las alarmas sobre el uso del poder para favorecer a círculos cercanos.
Este nombramiento no es un caso aislado. Desde que Libre asumió el poder en 2022, han sido frecuentes los señalamientos por ubicar a familiares, parejas y amigos en puestos clave, muchas veces sin procesos de selección abiertos ni criterios técnicos transparentes.
La ciudadanía, que apostó por un cambio profundo, observa con creciente desilusión cómo el discurso de transformación se contradice con decisiones que perpetúan prácticas clientelistas.
La situación se agrava al recordar que Gutiérrez ya ocupaba el cargo de subsecretaria en Sedesol durante la gestión de José Carlos Cardona, quien fue destituido tras escándalos por opacidad en el manejo de fondos públicos y presuntas redes clientelistas.

Su cercanía con esa administración refuerza la percepción de que más que una renovación, se trata de una reconfiguración del mismo esquema político.
Desde Sedesol se ha prometido una nueva etapa marcada por la eficiencia y el compromiso social. Sin embargo, fuera del discurso institucional, la ciudadanía exige coherencia entre las promesas de cambio y las decisiones que siguen replicando los vicios del pasado.
El caso de Gutiérrez no solo pone en tela de juicio la ética del nombramiento, sino también la credibilidad del proyecto de refundación que Libre ha enarbolado como bandera.
En un país donde la confianza en las instituciones es frágil, cada decisión cuenta. Y cuando el poder se concentra en redes familiares, el mensaje que se transmite es claro: la refundación sigue siendo, para muchos, una promesa incumplida.