
La muerte del Papa Francisco marca el inicio de un proceso solemne y tradicional dentro de la Iglesia Católica.
Sepultura del Papa Francisco
El entierro del Papa Francisco está programado entre el cuarto a seis días después de su fallecimiento.
Su cuerpo será velado en la Basílica de San Pedro, donde los fieles podrán despedirse antes del funeral solemne.
Aunque tradicionalmente los papas son sepultados en las grutas vaticanas, Francisco había expresado su deseo de ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, y como último deseo solicito que su cuerpo sea depositado en un ataúd sencillo de madera.
Inicio de la Sede Vacante
Desde el momento de su fallecimiento, la Iglesia entra en un período conocido como Sede Vacante, en el cual el gobierno de la Iglesia queda temporalmente en manos del camarlengo, el cardenal Kevin Farrell.
Durante este tiempo, se organizan los preparativos para el cónclave y se llevan a cabo reuniones entre los cardenales.
El Cónclave y la Elección del Nuevo Papa
El cónclave, el proceso mediante el cual se elige al nuevo Papa, debe comenzar entre 15 y 20 días después del inicio de la Sede Vacante.
Durante este período, los cardenales menores de 80 años se reunirán en la Capilla Sixtina para votar en secreto hasta alcanzar un consenso.
La elección se realiza mediante votaciones sucesivas hasta que un candidato obtiene dos tercios de los votos.
Candidatos a Suceder a Francisco
Actualmente, hay seis cardenales que figuran como posibles sucesores del Papa Francisco. Aunque los nombres exactos aún no han sido confirmados, el proceso de elección permitirá que los cardenales discutan y formen alianzas para determinar quién será el próximo líder de la Iglesia Católica.
Este proceso es un momento histórico para la Iglesia y el mundo católico, ya que marcará el inicio de un nuevo pontificado.
Con la muerte del Papa Francisco comienza un proceso de cónclave para la elección de un nuevo Papa. En este contexto, distintos nombres han surgido como posibles candidatos a ocupar el trono de San Pedro, y uno de los grandes favoritos es el cardenal Robert Sarah, una figura que despierta admiración entre los sectores más tradicionalistas de la Iglesia.
