En un giro histórico, la dictadura de Bashar Al-Assad en Siria ha llegado a su fin de gobierno autoritario. El presidente sirio y su familia han huido del país, buscando asilo en Rusia, después de que las fuerzas rebeldes tomaran el control de la capital, Damasco.
El colapso del régimen de Al-Assad se produjo tras una ofensiva de doce días liderada por el grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS) y otras facciones respaldadas por Turquía.
La ofensiva comenzó el 27 de noviembre y rápidamente avanzó, capturando ciudades clave como Aleppo, Hama, Homs y Daraa. La falta de apoyo de aliados tradicionales como Rusia, Irán y Hezbollah, junto con la baja moral de las tropas del régimen, facilitó la rápida caída de Damasco.
Bashar Al-Assad, quien asumió la presidencia en el año 2000 tras la muerte de su padre, Hafez Al-Assad, gobernó Siria con mano de hierro, utilizando tácticas brutales para reprimir la disidencia y mantener el control.
Su régimen fue responsable de numerosas violaciones de derechos humanos, incluyendo el uso de armas químicas y ataques aéreos contra civiles.
La caída de Al-Assad marca el fin de una era de más de cinco décadas de gobierno de la familia Assad en Siria. La guerra civil, que comenzó en 2011, dejó un saldo devastador de más de 500,000 muertos y millones de desplazados. La comunidad internacional ha condenado repetidamente las acciones del régimen de Al-Assad, y su salida del poder es vista como un paso crucial hacia la paz y la reconstrucción del país.
Con la caída del régimen, las fuerzas rebeldes han liberado a prisioneros políticos y han comenzado a establecer un gobierno de transición. La comunidad internacional observa de cerca los desarrollos en Siria, esperando que este cambio traiga estabilidad y un futuro mejor para el pueblo sirio.